Del Gobierno Electrónico hasta el Ciudadano Informado
Desde hace algunos cuantos años, se habla del Gobierno Electrónico para denotar la progresiva incorporación de herramientas de TICs al ejercicio de actividades fundamentalmente administrativas inherentes al ejercicio del Gobierno.
Seguramente hay y habrá otras definiciones más grandes o más chicas de gobierno electrónico, pero creo que esta nos sirve para avanzar en lo que quisiera mostrar en este post y es que aquello que expuse una vez como la necesidad de una Administración Pública Relacional, que diera cuenta de relaciones más que de procesos y que permitiera abrir nuevos canales de comunicación ciudadano-administración pública, en lugar de encajonar los que ya habían abiertos a su uso sólo a través de herramientas electrónicas es, de cara al ciudadano, más que una necesidad, una urgencia. Esta idea no es propia, pero creo que está bien que se piense así para nuestros contextos.
Es cierto que con la progresiva incorporación de las distintas herramientas TIC al quehacer administrativo-gubernamental, definitivamente se ha posibilitado (en especial en aquellos casos de mayor avance y profundidad) poner un poco de orden en todo aquello que se venía haciendo desde la Administración Pública, en sus distintos niveles de organicidad, y en sus distintos ámbitos territoriales, es decir con las distintas obligaciones legales establecidas por estas instancias.
Es cierto también que esa progresiva y, en ocasiones avasallante, incorporación de herramientas TIC a las actividades administrativas vinculadas al hecho gubernamental, ha traído también el progresivo "enamoramiento" por parte de los ciudadanos y de los gobiernos que se han dado a la tarea, a la búsqueda de que esas herramientas den cuenta de eso que ahora se llama "e-democracia" o "democracia electrónica", para nombrar eso que ocurre, fundamentalmente, cuando el proceso que desde hace tantos años entendemos como "básico" en una democracia es decir las elecciones, ocurre a través de medios electrónicos o facilitado por éstos.
Sin embargo, hay varias aristas que explorar antes de entrar al meollo del asunto pues, en realidad, las TIC son herramientas facilitadoras, no son el proceso. Luego, siendo herramientas-para-el proceso (administración pública o ejercicio del gobierno), y siendo que no constituyen el proceso, tan sólo lo adjetivan, en cierto modo lo enriquecen (aunque habrá quien diga que también lo envilecen :D) pero, en todo caso, no aportan tanto como para pensar que el proceso en si mismo (administrar, gestionar lo público) haya cambiado.
Siendo que esto es así ("las TIC no son el proceso de gobierno, sino que coadyuvan a su realización"), no es cierto que el gobierno electrónico constituya, como hay quien dice, una forma nueva de hacer gobierno. Ni tampoco ocurre esto con la democracia electrónica. Los gobiernos siguen gestionando y administrando, haciendo políticas públicas, y los ciudadanos debieran seguir haciendo democracia, aunque ahora tengan nuevas herramientas para ello, tan sólo eso, pero no sólo eso, veamos.
Antes dije que se hablaba de "democracia electrónica" para denotar la circunstancia en la cual la gente puede votar electrónicamente o asistido por TICs. Esto se muestra de ese modo porque, tradicionalmente, el acto privilegiado de toda democracia es el ejercicio del voto. Bien mostró O'Donnell (1992, revista La Política) en su polémico artículo "La otra institucionalización" que, con frecuencia, las democracias occidentales han exhibido esta característica (las elecciones) como una de las principales de cualquier democracia y de su institucionalización, amén de la existencia de instituciones que respalden la existencia misma del régimen democrático.
Esto es importante porque, en realidad, las elecciones son un resultado, un producto, no un proceso en sí mismo, es decir aislado del resto de la democracia, como tanto se nos ha vendido. Aquí quiero situar a las elecciones en un lugar que va más allá de lo que se conoce como "voto castigo". No es en las elecciones donde se debe poner el foco del análisis de las democracias, pues son el resultado fundamental del proceso neural de toda democracia: la deliberación. De este modo, en realidad el ejercicio del voto es tan sólo uno de los productos del proceso de deliberación y participación ciudadana (a través de referendos, elecciones, plesbiscitos u otros).
Siendo esto así aparecen ahora dos preguntas que considero importantes: ¿si las TIC son una herramienta facilitadora, su aplicación irreflexiva puede atentar contra los resultados obtenidos y contra la democracia? y, quizás más importante ¿debiera atenderse la formación ciudadana para la deliberación, participación y el debate antes de la aplicación de TIC a procesos exclusivamente administrativos o vitales de la democracia?
Ciertamente conocer de las buenas experiencias de otros países puede ayudar a resolver los problemas. Pero el sólo conocimiento de las buenas prácticas en introducción de TIC a la Administración Pública, no es garantía de que su réplica en contextos distintos sea el buen o el mejor camino para lograr el éxito en lo que se pretende. Saber qué se desea hacer (optimizar procesos, reducir tiempos de espera, ver al ciudadano como cliente, o nutrirse de la participación ciudadana en la definición de los qué y los cómo) añade importantes matices en las opciones de TIC que finalmente se escojan para ser aplicadas. De este modo, es necesario, vital, que en la construcción de la Administración Pública relacional de la que ya tanto se ha dicho, uno de los puntos puestos en la mesa de arranque sea, precisamente, el estudio del contexto y el cuestionamiento sobre la o las tecnologías a utilizar. Ninguna tecnología es inocua. La tecnología en sí misma no lo es. Los administradores lo deberían ver, y ver también que no se trata sólo del ejercicio del gobierno en un mundo globalizado y complejizado, sino que cada uso tecnológico lleva tras de si una concepción de mundo que puede, o no, ser contraria a la concepción de gobierno y sociedad que su aplicación pretende consolidar.
Pero por otro lado, y quizás aquí lo más importante, la formación ciudadana es mucho más garante del pleno desarrollo de las actividades deliberativas de los ciudadanos, que la diseminación a lo largo y ancho de los territorios de puntos de acceso electrónico, el abaratamiento y popularización de los accesos a internet y otras tantas acciones señaladas por la ONU como "vitales" en la reducción de la brecha digital.
La brecha digital no dejará de ser un problema hasta que los ciudadanos no aprendamos a vernos en relación con aquello que realizamos: nuestras comunidades y desde alli nuestra sociedad. Desde luego una idea común de sociedad nos reúne, y viene delineada como aquello que nombramos como máximos ideales a ser defendidos y organizados por parte del Estado. Para llegar a ese estadio de formación (sin pretender que sea este el límite), definitivamente se necesita andar un camino, y desde allí, podría entonces hablarse de un avance hacia el pleno uso de las TIC a procesos democráticos el cual sólo será posible si hay un uso consciente de las mismas.
El mero análisis de buenas prácticas de gobierno electrónico, por otro lado, pareciera ser el resultado, o al menos la muestra, de una segmentación analítica de la sociedad. Y esta segmentación, compartimentación si se quiere, de la sociedad, a ratos se ve como algo más real que analítica, pues conduce, por ejemplo, a pensar que el gobierno electrónico es otro tipo de gobierno , y desde allí, la democracia electrónica es otro tipo de democracia, y el ciudadano electrónico es otro tipo de ciudadano.
Estas perspectivas, amén de ser incompletas, son también ingenuas. Antes hemos dicho que el sistema democrático sustenta su funcionamiento en la deliberación y en la institucionalidad y las instituciones que fundamentan tal proceso. Bien, para que la democracia electrónica se constituya en otro tipo de democracia, debieran desarrollarse otro tipo de instituciones (electrónicas quizás), y ciertamente no hay espacio para ello.
En otras palabras, no estamos en Gátaca, no es el 1984 de Orwell. Por el contrario nosotros como ciudadanos estamos no sólo empeñados en hacernos, haciendo sus comunidades, sino que a ratos, y pese a esos empeños, estamos quizás ahora más excluidos que antes de cuanto ocurre a su alrededor. Los ciudadanos a ratos estamos segmentados, parcelizados, divididos ... somos habitantes de una brecha que ha trascendido lo digital para ser también social. Un análisis al uso de internet entre los ciudadanos promedio de buena parte de los países de América Latina da cuenta de ello. El 75% del su uso se orienta al mantenimiento de relaciones personales y/o de negocios.
Esto, sin considerar aspectos socioeconómicos que limitan, por sí mismos, el acceso a las herramientas TIC y a su uso para el desempeño de las actividades gubernamentales. De esta suerte, hablar de ciudadanos electrónicos es hablar también de quienes no lo son porque viven en la brecha sociodigital. Amén de aquellos que viven en la brecha porque, sencillamente, tampoco han sido formados como ciudadanos, lo cual representa un número sensiblemente mayor que los anteriores.
El problema es, de nuevo, de raíz y no de forma. El ciudadano, en escencia y en teoría, es la misma materia con la que se cuenta para la construcción democrática de una sociedad, tanto si se utilizan medios electrónicos o no como herramientas en ese proceso constante y recursivo (de una sociedad que se construye, construyéndose). Seguramente la democracia se ampliará en alcance y magnanimidad hacia los ciudadanos (pues debe formarles), pero en escencia y en teoría, es la misma materia con la que se cuenta allí. El ciudadano debe, por tanto, estar formado endógenamente, hacia dentro, es decir, con plena conciencia del centro que le reúne en comunidad: in-formado, y allí el papel del Estado y las otras instituciones sociales es determinante, vital.
Las TIC son sólo herramientas, y hay que plantearlas en ese contexto, no en uno en que dejen de serlo para ser objetivo y propósito mismo de las democracias de nuestros tiempos.
La red social del tráfico de esteroides para beisbolistas
Desde hace algún tiempo las herramientas de análisis de redes sociales han sido utilizadas no sólo para dar cuenta de vínculos, digamos, positivos entre individuos, (redes familiares y de apoyo, redes de aprendizaje, comunidades electrónicas entre otros), sino también para dar cuenta de vínculos negativos entre estos y para la sociedad.
Desde SOCNET en algún momento se nos mostró cómo el análisis de redes sociales servía para mostrar vínculos terroristas a raíz de los sucesos del 11 de septiembre del 2001. Recientemente se nos muestran por esa vía un par de artículos interesantes que desarrollan, a través de visualización de redes sociales, la red social de distribución y comercialización de esteroides y de la hormona del crecimiento humana, sustancias ambas, por todos sabido, que se utilizan en deportes de alta competencia para obtener aún más de los deportistas.
Ninguno de estos artículos tiene desperdicio:
1) The Steroids Social Network. An interactive feature on the Mitchell report. Publicado por SLATE.COM
y
2) From the Mitchell Report: Links Among the Accused Publicado por The New York Times.
Dos visiones distintas o, mejor, complementarias, del mismo problema.
De la Web 2.0 he comentado aquí. Hoy quiero hablar de este tema en este espacio a raíz de una interesante polémica que se ha despertado en la lista de discusión SOCNET, sobre análisis de redes sociales, en torno a spock, un buscador de biografías interesantes a partir de los perfiles individuales creados en sitios reconocidos de la web 2.0.
La discusión no tiene desperdicio, y tiene su origen en cuanto ocurre con Spock, que ya había sido avanzado por Dan Tynan en "Ashtonishing! Spocks thinks you're a pedofile" publicado en Wired.
Poco más que decir. Esto de la Web 2.0, como ya había comentado antes en otro lugar, no parece ser más que una "etiqueta" para nombrar de nuevo, algo que ya estaba nombrado desde antes. Allí, poco de cambio en el paradigma de los individuos parece estarse operando y, además, en ocasiones resulta sumamente agresivo para el respeto y la reputación de los individuos.
El Estado Hueco
(Tomado de Rebelión)
Naomi Klein
La Jornada
No queríamos quedarnos atorados con algo defectuoso. Eso fue lo que Michael Chertoff, secretario de Seguridad Interna, dijo ante una comisión de la Cámara, el mes pasado. Se refería al muro virtual planeado para las fronteras de Estados Unidos con México y Canadá. Si todo el proyecto sale tan mal como el prototipo de 28 millas, podría resultar ser uno de los defectos más caros de la historia: se proyecta que su costo sea, de aquí a 2011, de 8 mil millones de dólares.
Esta semana, Boeing, la compañía que obtuvo el contrato el más grande otorgado por el Departamento de Seguridad Interna, anunció que finalmente, tras meses de retraso debido a problemas con las computadoras, va a probar el muro. Las fuertes lluvias confundieron sus cámaras de control remoto y sus radares, y los sensores no pueden distinguir entre gente que se mueve, vacas pastando o arbustos que ondean sus hojas. Pero esta debacle apunta a algo mayor que una defectuosa tecnología. Revela la defectuosa lógica de la visión de la administración de Bush, que favorece un gobierno ahuecado, administrado en todos los aspectos posibles por contratistas privados.
Según esa visión radical, los contratistas ven al Estado como cajero automático, del cual retiran contratos masivos para llevar a cabo funciones centrales, como asegurar las fronteras e interrogar a prisioneros, y hacen depósitos en la forma de contribuciones a las campañas. El ex director de presupuesto del presidente Bush, Mitch Daniels, lo dijo así: la idea general de que la tarea del gobierno no es proveer servicios, sino asegurarse de que se provean me parece obvia.
El otro lado de la moneda de la directiva de Daniels es que el sector público pierde, a pasos agigantados, la habilidad para llevar a cabo sus más básicas responsabilidades, sobre todo en el Departamento de Seguridad Interna, el cual, como creación de Bush, ha seguido el modelo del cajero automático desde su concepción.
Por ejemplo, cuando el controvertido proyecto fronterizo fue lanzado, el departamento admitió que no tenía ni idea de cómo asegurar las fronteras y además no creía que fuese su tarea averiguar cómo hacerlo. El subsecretario de Seguridad Interna dijo a un grupo de contratistas que ésta era una inusual invitación les pedimos que regresen y nos digan cómo hacer nuestra tarea.
Las compañías privadas no sólo llevarían a cabo el trabajo, también identificarían qué trabajo necesitaba hacerse, escribirían sus propias órdenes de trabajo, las pondrían en práctica y las supervisarían. Todo lo que el departamento tenía que hacer era firmar cheques.
Y, como dijo un ex alto funcionario de Seguridad Interna, si no proviene de la industria, no podremos lograrlo.
En pocas palabras, si un trabajo no puede ser subcontratado, no puede ser realizado.
Esta filosofía, central en los años de Bush, explica estadísticas como ésta: en 2003, el gobierno estadunidense otorgó a las compañías 3 mil 512 contratos para llevar a cabo funciones de seguridad interna, desde la detección de bombas hasta la búsqueda de datos. En el periodo de 22 meses que finalizó en agosto de 2006, el Departamento de Seguridad Interna emitió más de 115 mil contratos relacionados con la seguridad.
Si el gobierno ahora es un cajero automático, quizá la guerra contra el terror se puede comprender mejor no como una guerra, sino como una nueva economía en expansión, basada en una continua inestabilidad y desastre. En esta economía, el equipo de Bush no administra la asociación empresarial; más bien juega el papel del capitalista de grandes bolsillos, siempre atento a las nuevas compañías de seguridad (una inmensa mayoría encabezadas por ex empleados del Pentágono y Seguridad Interna). Roger Novak, cuya empresa invierte en compañías de seguridad interna, lo explica así: Todos los grupos inversionistas están atentos a qué tan grande es el pesebre (gubernamental) y se preguntan ¿cómo puedo obtener una parte de la acción?
El contrato fronterizo de Boeing es sólo una parte de esta acción. Otra, claro, es el auge de los contratistas de seguridad en Irak, actualmente estelarizado por Blackwater USA.
El mes pasado, cuando el gobierno iraquí acusó a guardias de Blackwater de masacrar civiles en Bagdad, quedó claro que la embajada estadunidense no tenía ninguna intención de cortar lazos con Blackwater porque no podría funcionar sin él.
Quizá por ello ese mismo buró se apresuró en responder a los alegatos del gobierno iraquí del tiroteo de septiembre con un informe propio: que los guardias de Blackwater fueron atacados y respondieron. Días más tarde salió a la luz pública que un contratista de la embajada escribió el informe, contratista que trabajaba para Blackwater. Entonces, la administración envió a la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) a investigar los tiroteos. Sin embargo, pronto se supo que sus investigadores podrían ser protegidos por Blackwater. La FBI anunció que, por esta ocasión, buscaría otros arreglos.
Y, ¿recuerdan el huracán Katrina , cuando los contratistas incluyendo a Blackwater llegaron a Nueva Orléans? Para ese entonces, la FEMA (la Agencia Federal en Manejo de Emergencias, integrada a Seguridad Interna. N. de la T.) ya estaba tan ahuecada que tuvo que contratar un contratista para que la ayudara a administrar a todos los contratistas. Y, a pesar de todas las controversias, el ejército recientemente decidió que necesitaba actualizar su manual sobre el trato con los contratistas. Le dio la tarea de realizar el borrador de una nueva política a uno de sus principales contratistas.
Todavía se parece a un gobierno: con impresionantes edificios, sesiones informativas sobre la presidencia a los medios, batallas sobre las políticas. Pero si corres la cortina, no hay nadie en casa.
El escándalo de Blackwater podría haber ofrecido una oportunidad para cuestionar la pertinencia de transformar la seguridad estatal en una actividad con fines de lucro, pero no en el Washington de hoy. En vez de remplazar sus contratistas cowboy con tropas, el Departamento de Estado dice que instalará cámaras de video en los vehículos que protegen.
La vigilancia a través de video es uno de los sectores más lucrativos de la economía de la guerra contra el terror. Hasta podría resultar ser una maravillosa noticia para los altos ejecutivos de Blackwater, que lanzaron una nueva compañía de inteligencia privada presentada como un servicio integral capaz de satisfacer todas las necesidades de inteligencia, operativas y de seguridad. Si el pasado nos enseña algo, no hay razón por la cual los hombres de Blackwater no podrían ser contratados para espiar a Blackwater. De hecho, sería la perfecta expresión del Estado hueco que Bush construyó.
© 2007 Naomi Klein.
* Autora del libro de reciente publicación The shock doctrine: the rise of disaster capitalism .
Traducción: Tania Molina